Vivimos en una nueva era de longevidad humana que afecta a todo, especialmente el trabajo. En datos, se demuestra que la tasa de envejecimiento de los países europeos se ha triplicado en los últimos 40 años, también que la escasez de nacimientos ha provocado un ritmo de envejecimiento social del 150%, y todo ello asociado a una mayor esperanza biológica que se ha alargado en 10 años la vida.
De forma que, en la actualidad, nos encontramos ante una larga vida que obliga a los sistemas económicos, de pensiones y empresariales a cambiar drásticamente su planificación, puesto que demográficamente la fuerza del trabajo recaerá en los que ahora tienen 40, 50 o 60 años, sin embargo, es aquí cuando más discriminación laboral, prejuicios y barreras invisibles se generan, el conocido edadismo.