Los ciudadanos cada vez exigimos más a las empresas. Además de calidad y precio, también les valoramos que demuestren un comportamiento social y ambiental.
Esta tendencia a una mayor concienciación de la sociedad ante el comportamiento de las empresas está cada vez más consolidada, de tal forma que, si una empresa no cumple su compromiso social, corre el riesgo de que sus clientes la penalicen seriamente por esta conducta y se pasen a la competencia.
Sin embargo, en una sociedad la Responsabilidad Social (RS) no debería estar circunscrita a la empresa porque la propia idea que lanza interpela al conjunto de la sociedad y a cualquier Administración Pública u ONG.
El mensaje es claro: tenemos que responsabilizarnos de las consecuencias de nuestras acciones. Y es un mensaje para todos. Se trata, en definitiva, de un progreso moral en la sociedad porque no hay leyes que lo amparen. Es una conciencia general que se está estableciendo: somos responsables de aquello que generamos y seremos juzgados por ello.
Esa Responsabilidad Social individual (RSI) que cada uno de nosotros tenemos en la sociedad, y sus consecuencias positivas que tiene en la Responsabilidad Social Grupal (RSG), me recuerda un cuento que hace unos años leía a mis hijos:
… Había una vez un escritor que vivía a orillas del mar, en una enorme playa virgen donde tenía una casita en la que pasaba largas temporadas escribiendo y buscando inspiración para sus libros. Era un hombre inteligente y culto y con sensibilidad acerca de las cosas importantes de la vida.
Una mañana, mientras paseaba a orillas del océano, vio a lo lejos una figura que se movía de manera extraña como si estuviera bailando. Al acercarse vio que era un muchacho que se dedicaba a coger estrellas de mar de la orilla y lanzarlas otra vez al mar.
El hombre le preguntó al niño que estaba haciendo. Este le contestó: “Estoy lanzando estas estrellas marinas nuevamente al océano. Como puedes ver, la marea es baja y estas estrellas han quedado varadas en la orilla. Si no las arrojo al mar, morirán aquí por falta de oxígeno”.
Dijo entonces el escritor: “Pero debe haber miles de estrellas de mar sobre la playa. Nunca tendrás tiempo de salvarlas a todas. Son demasiadas. Y quizás no te des cuenta de que esto sucede probablemente en cientos de playas a lo largo de la costa, ¿no estás haciendo algo que no tiene sentido?”.
El niño miró fijamente al escritor, cogió una estrella de mar de la arena, la lanzó con fuerza por encima de las olas y exclamó: “Para ésta… sí tiene sentido”.
El escritor se marchó un tanto desconcertado. No podía explicarse una conducta así. Esa tarde no tuvo inspiración para escribir y aquella noche no durmió bien. Soñaba con el niño y las estrellas de mar por encima de las olas.
A la mañana siguiente corrió a la playa, buscó al joven y le ayudó a salvar estrellas. A partir de esa mañana, los pescadores veían con asombro a dos personas, una mayor y otra más joven, que parecían bailar juntos en la playa, corrían hacia el mar, levantaban sus brazos, daban la vuelta, y repetían el movimiento una y otra vez…
Este pequeño relato ofrece en mi opinión, una interesante reflexión sobre la importancia de la Responsabilidad Social Individual (RSI) y como nuestros pequeños logros se multiplican exponencialmente en la Responsabilidad Social Grupal (RSG): ¡siempre habrá alguien que siga nuestro ejemplo!
Si de alguna forma queremos encarrilar el futuro de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC), tendremos que empezar a hablar de la Responsabilidad Social Individual (RSI) como base y fundamento de cualquier movimiento de Responsabilidad Social (RS) en el futuro. Cada uno de nosotros tiene que ayudar y cambiar a nivel individual, porque solo así cambiaremos como sociedad -y porque, a fin de cuentas, las empresas son fruto o resultado del conjunto de personas individuales que las forman-.
Nuestros actos individuales, que llevamos a cabo como miembros de una comunidad de vecinos, integrantes de un equipo de trabajo, usuarios de determinados servicios o como consumidores… tienen repercusiones sobre las otras personas y nuestro entorno.
Tenemos que abordar el concepto de Responsabilidad Social Corporativa (RSC), incluyendo a todos los actores y entidades relevantes en la responsabilidad social, asumiendo que los individuos y los grupos también deberían ser socialmente responsable. Para ello, debemos trabajar el concepto de corresponsabilidad, de manera que involucre tanto a los individuos (RSI) como a los grupos (RSG) en la responsabilidad social. Es decir, estos dos tipos de responsabilidades complementarían las acciones sociales de las empresas, reconociendo que estas acciones no son únicamente responsabilidad de las empresas.
Es necesario dar un paso adelante, no mirar para otro lado y predicar con el ejemplo… ¿Somos buenos ciudadanos?, ¿Cumplimos la legislación?, ¿Vamos más allá de lo que exige la ley en nuestro empeño de ser socialmente justo y responsable? …. Sólo asumiendo el papel fundamental que tiene nuestra Responsabilidad Social Individual (RSI), como piedra angular de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC), podremos identificar cuales son “nuestras estrellas de mar” y que podemos hacer por ellas.
¡Ser una persona socialmente responsable fomenta la creación, y la participación, de una sociedad para que sea más justa e igual para todos!