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¿El fin del teletrabajo o el nuevo teletrabajo?

Cada vez más directivos de empresas apuestan por eliminarlo ¿se inicia su final o se anuncia un cambio? Analizamos algunas de sus ventajas y los inconvenientes que ha encontrado en su aplicación inicial tras la pandemia.

Sí, lo sabemos, el mundo se está transformando, también las organizaciones y, en general, el mundo empresarial. Es algo que ha ocurrido siempre solo que ahora parece todo mucho más rápido, movido por un motor principal, la tecnología. Transformación digital, gestión de datos, conectividad o Inteligencia Artificial, son factores esenciales en ese proceso.

Los nuevos tiempos traen nuevas prioridades: El medioambiente, la sostenibilidad y el aprovechamiento del tiempo, son algunas de las preocupaciones sociales que ganan  terreno. Aquí la tecnología tiene mucho que aportar.

Frente a estos nuevos retos, no es de extrañar que el trabajo a distancia, o más exactamente el teletrabajo (“aquel trabajo a distancia que se lleva a cabo mediante el uso exclusivo o prevalente de medios y sistemas informáticos, telemáticos y de telecomunicación”), se haya convertido en el “plato fuerte” para la gestión del talento de muchas empresas, incluso de sectores enteros de actividad.

Antes de la pandemia, los sindicatos ya empezaban a poner el teletrabajo sobre las mesas de negociación de muchos convenios colectivos, la tecnología y la posibilidad de conexión en remoto lo permitían. Los sindicatos exponían las excelencias del ahorro de tiempos y de la posibilidad de conciliación para las personas trabajadoras, junto al menor coste en infraestructuras y gastos fijos para las empresas. Pero en ese tiempo pre pandémico la resistencia del lado empresarial era muy fuerte, principalmente por la enorme dificultad que presentaba su aplicación práctica, pero también por la falta de control de la productividad y por la desconexión de la persona con su empresa.

Pero llegó la pandemia y, con ella, la explosión del teletrabajo como la única alternativa para mantener la actividad y la producción. Lo que antes nos hubiera parecido a cualquiera imposible implementar sin muchos meses de planificación y una gran inversión, se llevó a cabo de forma fulminante, la necesidad obliga. En muy poco tiempo muchas más personas de las que nunca hubiéramos podido imaginar pasaron del trabajo presencial al teletrabajo. Con muy poco tiempo y análisis, se había pasado del trabajo “totalmente presencial” al “teletrabajo total”, pero se había hecho sin una adecuada ponderación de intereses, ventajas e inconvenientes del cambio.

Igual que se dijo que el teletrabajo venía para quedarse, se advirtió después que el teletrabajo del Covid no era el verdadero teletrabajo, que se trataba de una situación provisional.

Con la “vuelta a la normalidad” se produce el “efecto rebote”, poco a poco se va reduciendo el número de personas en teletrabajo. A finales del año 2023 ha tenido mucha repercusión en medios especializados el informe de la consultora KPMG CEO Outlook 2023 que recogía la sorprendente afirmación de que el 78% de los consejeros delegados de las principales compañías españolas se mostraban contrarios al teletrabajo y apostaban por la vuelta a la presencialidad; todavía más, los medios adelantaban que en tres años, en 2026, se habría recuperado por completo el modelo presencial de trabajo.

Sindicatos y trabajadores defienden el teletrabajo, mientras las empresas tratan de recompensar con salarios, incrementos y promociones a aquellos profesionales que opten por el regreso al trabajo presencial. El Gobierno, por su parte, trata de fomentar el trabajo híbrido y la reducción de la jornada laboral, como medidas de conciliación de la vida personal y laboral, pero también por razones relacionadas con la transición ecológica e incluso, dicen, con el incremento de la productividad.

El tan necesario y esperado desarrollo normativo del trabajo a distancia, no ha contribuido a la expansión del teletrabajo, ello a pesar de su interesante remisión a la negociación colectiva y a los acuerdos individuales de trabajo a distancia. Muchas son las empresas que evitan superar el 30% trimestral de jornada a distancia que supondría la obligación de aplicar la ley de trabajo a distancia, tratando de evitar el incremento de costes que, entienden, supondría la implementación del teletrabajo que define la ley de trabajo a distancia. A ello se añade el aumento de los siniestros en el hogar que reciben la consideración de accidente laboral, por haber ocurrido “en lugar y tiempo de trabajo”, y con ellos, los supuestos de posible responsabilidad empresarial en materia de prevención de riesgos laborales en un lugar que quedaría fuera de su control directo.

La voluntariedad y reversibilidad, tan importantes como criterios inspiradores de la norma, se reducen con la introducción del derecho a solicitar teletrabajo como medida de conciliación. Hoy es este aspecto uno de los que más llegan a los tribunales. Basta la solicitud de la persona, por supuesto justificando la necesidad de conciliación, para abrir un proceso negociador en que la empresa debe motivar con razones objetivas su negativa a concederlo o la propuesta de medidas alternativas, considerando aceptada la medida en caso de falta de respuesta por la empresa (silencio positivo).

¿El fin del teletrabajo o el nuevo teletrabajo?

Pero no son estas razones jurídicas los principales argumentos de las empresas que se oponen al teletrabajo. Empresarios muy ligados a la tecnología como Elon Musk, Mark Zuckerberg o Sam Altman, se muestran abiertamente en contra del teletrabajo, con argumentos como el aislamiento profesional y social, las dificultades para separar la vida laboral de la personal, el riesgo de agotamiento por la prolongación de jornada, la falta de control y supervisión del trabajo, las dificultades para medir la productividad, incluso razones de ciberseguridad y protección de datos. Tenemos también la visión optimista de Bill Gates, que confía en el teletrabajo y propone la jornada semanal de 4 días, confiando que la tecnología y la IA serán suficientes para mantener una productividad suficiente para las personas.

Lo cierto es que ni el trabajo presencial ni el teletrabajo van a desaparecer, ambos tienen sus ámbitos de aplicación, porque no son iguales todos los sectores y actividades, y las dos modalidades de prestación de servicios, presencial y a distancia, presentan ventajas que aprovechar e inconvenientes que superar.

Seguramente el principal problema del teletrabajo sea que la pandemia mundial impidió, al menos en nuestro país, que se realizara una transición adecuada, todo fue demasiado rápido. Pero son evidentes las ventajas del teletrabajo en los objetivos de mejorar el medioambiente, ser más sostenibles, aprovechar mejor el tiempo y conciliar la vida personal y laboral, de ahí su potenciación por la legislación y los poderes públicos. Hoy día el teletrabajo, por su flexibilidad y por las oportunidades que brinda, es un elemento esencial para enamorar el talento, incluso para poder captar talento en otros lugares, ampliando las posibilidades de forma sorprendente.

Hay que buscar un equilibrio adecuado, pero también hay que superar las dificultades que encontramos para aplicar el teletrabajo. Debemos buscar fórmulas que promuevan la presencia voluntaria en la empresa, pero también fomentar el trabajo a distancia en determinados momentos. El compromiso y el sentido de pertenencia no se consiguen únicamente con el presentismo (a veces tan contrario al objetivo), para hacer a las personas partícipes de la cultura empresarial es más importante un propósito y unos valores compartidos, unos criterios ESG que se puede transmitir y fomentar también a distancia.

No puede negarse la importancia del contacto personal, que potencia la creatividad y que es fuente de múltiples ideas; pero tampoco podemos olvidar que, también en la vida privada y personal, el contacto es cada vez más tecnológico, ni tampoco que la tecnología permite romper barreras geográficas y temporales, consiguiendo reunir personas que están en lugares muy distantes, lo que abre mucho más las oportunidades de compartir con entornos diferentes.

Los modelos de oficina también se modifican y se adaptan al teletrabajo, no sólo por la relevancia de las tecnologías y la conectividad, sino por la creación de espacios más versátiles y adaptables, que permitan puestos individuales, sesiones de trabajo colaborativo, reuniones, eventos de empresa y un sinfín de posibilidades diversas y adaptadas a las necesidades. Esta flexibilidad permite también la ubicación en mejores zonas. Incluso la actividad y las mismas ciudades se verán afectadas por el teletrabajo y los modelos híbridos, con cambios importantes en la movilidad, en el uso de espacios o en sectores concretos como la hostelería.

En definitiva, el teletrabajo seguirá existiendo y brindando nuevas oportunidades que debemos saber aprovechar, no volvamos a dejar que sea la necesidad la que lo imponga y adaptemos también la cultura empresarial a esta forma de prestación de servicios a distancia para sacar el mayor provecho posible, para las personas y para las empresas, hay campo para ello.

ESCRITO POR:

Socio del Área Laboral de Selier Abogados

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